Nunca dejéis de ser aventureros.
Ni por un momento olvidéis que la vida es de aquellos que son exploradores. No
pertenece a lo estático, sino a lo que fluye. Nunca os convirtáis en una
represa, sed siempre un río.
La mente no es capaz de
enfrentarse a lo nuevo. No puede conjeturar qué es, no puede encajarlo en categorías, no puede etiquetarlo; lo nuevo la desconcierta. La mente pierde
toda su eficiencia cuando se enfrenta a algo nuevo.
Con el pasado, con lo viejo, con
lo familiar, se encuentra muy a gusto, porque sabe qué es, cómo comportarse,
qué hacer, qué no hacer. Es perfecta en lo conocido; se mueve en un territorio
bien recorrido. Incluso puede moverse en la oscuridad; la familiaridad ayuda a
que la mente no tenga miedo. Pero hay que entender el siguiente problema: como
la mente nunca tiene miedo con lo conocido, no os permite crecer. El
crecimiento es para lo nuevo, y la mente solo está relajada y sin temor con lo
viejo. De manera que se aferra a lo antiguo y evita lo nuevo. Lo viejo parece
sinónimo de vida y lo nuevo de muerte; ese es el modo que tiene la mente de
contemplar las cosas. Debéis hacerla a un lado.
La vida nunca permanece estática,
todo está cambiando: hoy está allí, mañana quizá no. Tal vez volváis a
encontrarlo, ¿quién sabe cuándo? Tal vez requiera meses, años o vidas. De modo
que cuando la oportunidad llame a vuestra puerta, no la dejéis escapar. Que
esto se convierta en una ley fundamental: elegid siempre lo nuevo ante lo
viejo. Lo viejo es conveniente, cómodo, pero en ello no hay crecimiento. Lo
viejo es viejo, está muerto v acabado; es vuestra tumba.
Osho